- Las investigadoras Kate Doyle y Susana Zavala participaron en el conversatorio del Coloquio Internacional M68. Ciudadanías en Movimiento.
- Nos proponemos recuperar la memoria histórica a través de los archivos. Como sociedad, hay que empezar a cerrar este pasado que sigue abriendo heridas.
- Los jóvenes del 68 aportaron a las nuevas generaciones la convicción de luchar por mejores condiciones en su calidad de estudiantes
En el Instituto de Investigaciones Históricas y en el marco del Coloquio M68, Susana Zavala y Kate Doyle hablaron sobre los desaparecidos del 68. Ambas investigadoras y académicas se han dedicado a sistematizar y analizar información para recuperar la memoria histórica a través de los archivos, y en específico lo han hecho sobre lo ocurrido durante el Movimiento Estudiantil de hace 50 años en México.
“Parte del proyecto de recuperar la memoria histórica sigue siendo el rescate de los archivos históricos de nuestros gobiernos e instituciones, las que pusieron en el 68 a los ciudadanos mexicanos bajo la lupa de la vigilancia, las que secuestraron, torturaron y masacraron a cientos de jóvenes. ¿Dónde están esos archivos?”, inquirió Doyle, investigadora estadounidense que basa su trabajo en la desclasificación y el análisis de información del National Security Archive de su país.
“En 2006 Susana Zavala y yo realizamos una investigación para analizar e identificar cualquier documento posible en relación con los asesinados el 2 de octubre en Tlatelolco. Nos parecía injusto que se siguieran citando números de muertos sin que se supiera exactamente quiénes eran para poder nombrarlos”, dijo.
Sugirió realizar un proyecto para escribir la historia de cada una de las víctimas que perdieron la vida en la Plaza de las Tres Culturas y ya están identificadas, y hacerla con fotos de sus familias y contar parte de su biografía. Algo similar a lo que se logró con los estudiantes normalistas de Ayotzinapa. “Los muertos de Tlatelolco nunca han estado conmemorados de esta manera”.
Por su parte, Susana Zavala describió su trabajo de rastreo para conocer más a detalle quiénes fueron las víctimas del Movimiento Estudiantil del 68. Para ello construyeron la categoría de Víctimas Fatales de Tlatelolco y revisaron documentos ya desclasificados de algunas dependencias norteamericanas.
En 2018 reactivaron este proyecto y lograron hacerlo más amplio e interactivo para que los usuarios aporten más información. Así, el proyecto se modificó a cuatro categorías: Los muertos, los lesionados, los desparecidos y los detenidos, al mismo tiempo que las fuentes de información se incrementaron sustantivamente.
“Tuvimos acceso a una plataforma muy grande sobre el M68, utilizamos la información disponible para extender los registros y darles identidad a cada uno de los agraviados. Saber quiénes eran, cuándo y cómo fueron agredidos, a qué hospitales llegaron, por qué motivos los detuvieron. Necesitamos conocer más sobre las víctimas. Como sociedad hay que empezar a cerrar este pasado que todavía a 50 años nos sigue abriendo varias heridas”, dijo Zavala.
Concluido el conversatorio comentó en entrevista que los jóvenes del 68 han aportado a las nuevas generaciones la convicción de luchar por mejores condiciones en su calidad de estudiantes, pero también un enorme aporte suyo fue que consiguieron la apertura del gobierno al diálogo, “lo que dio como resultado un país más democrático y con más libertades”.
Los jóvenes de hoy, agregó, pueden utilizar las fuentes primarias y mucha información disponible, y buscar por su cuenta testimonios de personas que participaron en estos hechos. “Hay que entrevistarlas para que nos platiquen sus experiencias y nos digan cómo vivieron el Movimiento Estudiantil a sus veintitantos años o menos, y como lo miran en el presente. Hay que usar nuestro derecho de acceso a la información”, dijo Zavala, quien está convencida que “los archivos custodian decisiones, actuaciones y memoria; y conservan un patrimonio único e irremplazable”.
EXPERIENCIA INTERNACIONAL
Kate Doyle hizo un breve recuento sobre el descubrimiento de archivos en Paraguay en 1992, que dan cuenta de los crímenes y violaciones agravadas a los derechos humanos durante el gobierno del ex dictador Alfredo Stroessner, y otros que se hallaron en 2005 en Guatemala cuando autoridades dieron con los archivos de la extinta Policía Nacional durante una supervisión de remoción de explosivos bélicos en la zona.
A partir de esos documentos se han condenado a prisión desde 2009 a varios ex oficiales de la Policía Nacional y a militares por desaparición forzada y ataques a la población civil, además de que se utilizaron para llevar a juicio al dictador guatemalteco Efraín Ríos Montt por genocidio y crímenes de lesa humanidad.
La investigadora refirió que los archivos que delatan los abusos de poder y la represión a disidentes por Stroessner, permitieron conocer pormenores de la Operación Cóndor que instrumentó el asesinato y desaparición de miles de opositores a las dictaduras de Centro y Sudamérica en la década de los setentas.
Los archivos, prueba irrefutable de los excesos y arbitrariedades de las dictaduras, ayudaron a identificar a las víctimas, además de que fueron claves para recuperar sus historias personales antes ocultas.
Gracias a la información clasificada, a la que se tuvo acceso en esos dos casos y otros más, se han constituido comisiones de la verdad y posibilitado encuentros entre víctimas, así como acordado reparaciones a las mismas y, últimamente, se pudieron establecer procedimientos legales contra los violadores de los derechos humanos.